domingo, 16 de junio de 2013

A veces basta con entrar a un hospital para reflexionar.


No sé si tienen padre, madre, marido, mujer o hijos… Seguro que tienen a alguien a quien quieren mucho. Yo sé que el amor no se puede medir. Entonces no sé si les voy a poder convencer de que lo único que me mueve a donar mi riñón es que la amo. Yo estudio, saco buenas notas, llamo a mi madre para que no se preocupe... Soy una persona normal. Y las personas normales no podemos ver cómo las personas a las que amamos se consumen día a día tras una máquina de diálisis. No podemos ver cómo se van entristeciendo, cómo se van apagando poco a poco. Solo tiene diecisiete años y ya se ha rendido. Pero yo no. No puedo rendirme porque si lo hago es como si yo misma la empujara a morir, como si yo misma la estuviera empujando desde una ventana. Creo que todas las personas normales, las que sabemos que amar significa algo más que unas palabras, daríamos muchas más cosas que un riñón sólo por hacerlas felices unos instantes.No me pidan que me quede quieta. No me pidan que haga eso, viendo cómo ella desea su muerte.

(H.C)

No hay comentarios:

Publicar un comentario