domingo, 25 de octubre de 2015


Jamás volveré a tener la misma sonrisa, eso está confirmado. He perdido esa seguridad que me daban mis dientes torcidos a la hora de comerme un bocadillo y reírme con toda la boca llena, sin pensar en que dirán los demás. Jamás volveré a tener esa sonrisa que se asomaba por mis labios sin miedo a que se la rompieran, hasta que pasó y no se acerco ni el ratoncito peréz, pues estaba todo a oscuras. No es justo que si te parten la boca, le señalan al acusado por la calle, le llaman delincuente e incluso puede que le caiga alguna que otra multa con juicio incluido, y si te parten la sonrisa nadie te paga los daños que eso conlleva y no hablo de dinero cuando digo pagar, pero a lo mejor, si nos planteáramos todo lo que conlleva romper sonrisas, dejaríamos de hacerlo. Romper sonrisas significa no devolver la llamaba al que necesita que le pase algo bueno antes de ir a dormir, porque una sonrisa puede alegrar el día a quien menos lo imagines, romper sonrisas significa no tener ilusiones y en caso de tenerlas no mostrarlas bajo ningún concepto, romper sonrisas significa no alumbrar tu propio camino y andar a oscuras tropezándote con personas melancólicas y esperando que alguna tome la iniciativa de darle al interruptor de la felicidad. Romper sonrisas es buscar ese sitio donde puedas sonreír sin que nadie te vea, para que nadie pueda enamorarse de ti, es esperar a que crezcan unos dientes rotos cuando los de leche ya se cayeron hace tiempo, es no devolver una llamada y por ello no volver a recibir ninguna más. Es ir adentrandote en una cueva donde todos esperan lo mismo y al final en vez de la casa sin barrer, toda una vida sin ver todo lo que perdemos por no sonreír. Que lo bonito de la sonrisa es todo lo que conlleva, que hasta para morderle la yugular al que te la quito hace falta sacar los dientes, sonrisas aparte.


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